La semana pasada, anticipándome a lo que sería uno de los proyectos de año nuevo, fui al gimnasio. El nombre del gimnasio, para no hacer publicidad, no lo DIRé.
En esta cadena, uno de los servicios extra que tienen, es el gel. Además, del bueno. Supongo que por la publicidad que hacen, tampoco les supondrá mucho gasto.
La cuestión es que en la ducha en la que estuve no había gel. Ni en la de al lado. Ni en la de delante. Ni en la de al lado de la de delante, ni en la de delante de la de al lado de la de delante (que si lo has podido seguir, es la que está al lado de la inicial).
Así, me tuve que lavar con champú.
Cuando salí (un tanto indignado) se lo comenté al que estaba en recepción, el cual poniendo cara de sorprendido me agradeció que se lo dijera, y después de asegurarse que había entendido la ubicación de las duchas a las que hacía referencia tomó nota para que lo recargaran.
Realmente, a parte de la satisfacción personal, no me ha causado un beneficio directo. Pero:
1.- Mi queja hizo que el próximo no se encuentre con mi problema
2.- Si el que se encontró antes con eso (porque no creo que fuera casualidad), se hubiera quejado, yo no habría tenido ese problema.
A ver si entre todos, podemos hacer un mundo mejor. Que no cuesta tanto preocuparse un poquito por los demás...